miércoles, abril 02, 2008

Adiós a lo Gigante

Cuando era niño me perdí en un supermercado de la cadena Gigante. Era Gigante Las Torres, el que estaba a unos dos kilómetros de mi casa. En realidad yo sabía como dirigirme de allí a mi casa, pero el trauma de perderse no es el no saber regresar a casa, sino pensar que uno fue abandonado.
Años después, cuando estaba en la secundaria, un compañero entró a trabajar de intendente a ese Gigante. Le tocaba el turno de noche y se la pasaba dormido las tres primeras horas de la mañana al fondo del salón de clases.
Nos contaba que a mitad del turno, justo a la media noche, sus compañeros abrían las vitrinas del área de videoclub y se ponían a ver películas de terror.
En esa tienda vendían buen pan francés. Bolillo, pues. A los trabajadores del turno nocturno les regalaban las sobras del día.
Un día lo desemplearon y buscó trabajo de mecánico.
Trabaja en un taller mecánico enseguida del que antes era Gigante... el supermercado fue comprado a la fuerza por otra empresa comercial.
Adiós, pinche Gigante.

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