Un tianguis de arte
Me gustan los camafeos. De por sí me gusta salir a caminar al centro de la ciudad, más si puedo ver antiguedades sin tener que entrar a esas tiendas donde las habitaciones están muy apretadas por tanto fierro y baúl.
Prefiero las calles empedradas. Así que me quedé de ver con Thelma para ir a rondar en el tiaguis ese de la calle Mina, en el Barri oAntiguo, y alimentar otra vez mi curiosidad por ver más estilos de camafeos. En una tarima estaba un tipo tocando la gaita, mientras su acompañante azotaba un tambor. tocaban música de Escocia. El tipo tenía cara de duende y ella unas alas pegadas a la blusa. Nos quedamos cerca mientras yo esperaba el momento en que terminarían su acto para intentar retirarse a brincos. No dejaría de lado la oportunidad de sujetarlo por el cuello y murmurar para que los demás no me escucharan: Ándale, cabrón, dime dónde carajos está el cazo con monedas de oro. No me importa que no haya un maldito arcoiris a la redonda. Y no me mandes de nuevo a la parte trasera del Cerro de la Silla, que ya he ido allá un par de veces y nada de nada.
Se me puso enfrente una pareja. eran Perla -un amor platónico de la preparatoria- y su novio, que se dedica a no se qué de las artes visuales. Ella me recordó que la última vez que nos topamos fue en una Bienal de arte en la Cineteca. Sí, y yo recordé que estaba ebrio y acompañado de un puñado de amigos ebrios.
La verdad es que me comencé a poner nervioso. Me sentía desubicado con el novio de ella enfrente, y yo queriéndome adherir al brazo de Thelma. El destino nos juega malas pasadas, pero que resultan ser justo lo que nos merecemos.
Me desafané como pude. Escapamos a ver unos carteles de películas de Cantinflas y más camafeos. me maravillaban las fotografías panorámicas de la ciudad. Carajos... ¡En serio que sí me impresiona la magnitud de todo esto! Entramos al Café Paraíso. Música romántica, chida, chida, café americano y una ensalada. Cómo brillan los ojos de las personas cuando se presenta la oportunidad de encontrarse en el día. Salimos y pasa la Chumina Cruelar con el novio que se disfraza de Conejo Playboy. Este día de encuentros se está volviendo algo arriesgado. Y yo ni idea de qué hacer el 14.
Regresamos a Morelos caminando en las calles empedradas del Barrio Antiguo. No sé en qué momento dejo de tocar una mano para tomar la cintura, o dejo de hablar para dar un beso. No me importa el 14 de febrero, lo juro. Cualquier día es igual, mejor o peor. Cualquier día es nuestra propia responsabilidad.
Estoy dispuesto a los riesgos, a jugármela contra el almanaque.
Prefiero las calles empedradas. Así que me quedé de ver con Thelma para ir a rondar en el tiaguis ese de la calle Mina, en el Barri oAntiguo, y alimentar otra vez mi curiosidad por ver más estilos de camafeos. En una tarima estaba un tipo tocando la gaita, mientras su acompañante azotaba un tambor. tocaban música de Escocia. El tipo tenía cara de duende y ella unas alas pegadas a la blusa. Nos quedamos cerca mientras yo esperaba el momento en que terminarían su acto para intentar retirarse a brincos. No dejaría de lado la oportunidad de sujetarlo por el cuello y murmurar para que los demás no me escucharan: Ándale, cabrón, dime dónde carajos está el cazo con monedas de oro. No me importa que no haya un maldito arcoiris a la redonda. Y no me mandes de nuevo a la parte trasera del Cerro de la Silla, que ya he ido allá un par de veces y nada de nada.
Se me puso enfrente una pareja. eran Perla -un amor platónico de la preparatoria- y su novio, que se dedica a no se qué de las artes visuales. Ella me recordó que la última vez que nos topamos fue en una Bienal de arte en la Cineteca. Sí, y yo recordé que estaba ebrio y acompañado de un puñado de amigos ebrios.
La verdad es que me comencé a poner nervioso. Me sentía desubicado con el novio de ella enfrente, y yo queriéndome adherir al brazo de Thelma. El destino nos juega malas pasadas, pero que resultan ser justo lo que nos merecemos.
Me desafané como pude. Escapamos a ver unos carteles de películas de Cantinflas y más camafeos. me maravillaban las fotografías panorámicas de la ciudad. Carajos... ¡En serio que sí me impresiona la magnitud de todo esto! Entramos al Café Paraíso. Música romántica, chida, chida, café americano y una ensalada. Cómo brillan los ojos de las personas cuando se presenta la oportunidad de encontrarse en el día. Salimos y pasa la Chumina Cruelar con el novio que se disfraza de Conejo Playboy. Este día de encuentros se está volviendo algo arriesgado. Y yo ni idea de qué hacer el 14.
Regresamos a Morelos caminando en las calles empedradas del Barrio Antiguo. No sé en qué momento dejo de tocar una mano para tomar la cintura, o dejo de hablar para dar un beso. No me importa el 14 de febrero, lo juro. Cualquier día es igual, mejor o peor. Cualquier día es nuestra propia responsabilidad.
Estoy dispuesto a los riesgos, a jugármela contra el almanaque.
2 palabra de urbanodonte:
Odio san valentin como no te imaginas y rumbo a mi casa despues de preferir ir al gym, por poco y lloro en el camino al recordarme mi mas amarga experiencia pasada en este dia. Pero aun asi, a mis amigos les deseo tengan un mega maravilloso dia y de igual manera te lo deseo a ti
Abachos!
San Valentín pasó ya. Pero me gusta esa forma final de decirlo. Es un día como cualquier otro pero sin embargo no dejamos de referirlo. Curioso.
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