Almuerzos especiales

Hace unos años, con la no muy impresionante solvencia económica que le da a uno la edad laboral, me aventuré a pasar mis fines de año durante tres años seguidos en otra ciudad que no fuera esta. Me iba al DeFe, Distrito Fábula. Esto porque mi madre se iba a casa de una tía y mis otros hermanos o se iban con sus familias políticas, o nomás no festejaban nada. Ya desde antes de mi deserción, había optado por la costumbre de irme a desayunar el día 25 de diciembre y el día 1 de enero, con personas especiales para mí en ese año, rigurosamente elegidas para que justificaran el desvelo y la dormitada sólo de un par de horas.
Este año 2005, con más compromisos económicos y menos tiempo para viajar, pasé la noche del 24 de diciembre en casa de Thelma. Mi madre estaba a un lado mío en la mesa, del otro lado, mi madre política. Y frente a mí, Thelma,con una sonrisota que parecía entender mis nervios.
A la mañana siguiente fue un almuerzo con el padre de Thelma, en el Restaurante Palax que está en calzada Madero. No había convivido con el señor Benito Montemayor (el segundo nombre me lo reservo, por cuestiones puristas del lenguaje... no insistan, por favor), hasta ese día, en que tuvimos una charla no sé si muy franca, pero sí respetuosa, dándose cada quien su lugar. Calculando cada uno la conciencia en el entorno del otro, hablamos del Mercado del norte, de los cabritos del Mercado Juárez, de los toros que soltaban en la colonia donde él creció, de los toros que sueltan en Cadereyta cada año, de lo que pienso de mi trabajo y del trabajo de él. Hasta de una fugaz evaluación de mi conocimiento sobre el origen del restaurante Palax.
-Este restaurante era de la familia de Raúl Caballero -y volteando hacia mí-, ¿verdad, Luis?
-Este... sí. Aquí se reunían los líderes sindicales antes de que hicieran el Café Obrero en el edificio de la CTM.
Sí... resultan curiosos y significativos los almuerzos del día 25. Ya veremos el primer almuerzo del 2006. Por ahora los planes apuntan a un buen menudo.