Casi me patean en el Versalles
Este fin de semana fueron días de confesiones. Nota: dije confesiones, no declaraciones. Por lo cual no tuve la obligación de declararle a mujer alguna, amor de esos que sólo inician romances a truncarse en 18 días. No, no, no. Tuve el placer -el morbo, digamos-, de confesarle a Thelma anécdotas de mi lado oscuro... todos tenemos un lado oscuro, y Luis Valdez no se libra de ello.
Oh, sí.
Como una manera de atentar a su sofisticado estilo de vida Healthy, el cual le conduce a un camino empedrado donde la mayoría de los productos a consumir deben ser light -ojalá y ello también implicara andar ligero de ropas por la vida-, ligado a Coca Cola Light, café descafeinado, crema light, etc; le insisto en llevarla al Versalles un día de estos. Es una discoteca muy divertida. Y muy de violencia, también.
Yo era maestro de preparatoria para adultos. Una alumna de Chiapas me invitó a bailar a la mentada discoteca. La cerveza estaba barata. Tres pistas distribuidas en varios pisos. Primer nivel: disco, segundo: cumbia, tercero: romántica -entiéndase por Temerarios, Yonics, el Buki, etc-. Cada rincón oliendo a cerveza y vómitos.
La última vez iba con Edgar. Busqué en el segundo nivel a una mujer que trabajaba en la paquetería. Se llamaba Estíbaliz. Entré hasta el rincón para comprar una cerveza y al regresar
me topo con un excompañero mamón de Secundaria. El Poison era de esos güeyes que apenas veían un balón rodar y comenzaban a patear a todo el que vieran. Yo no juego futbol, pero el maestro de Taller de Ductos y Controles daba dos puntos a quien metiera gol, y un punto a cada integrante del equipo.
¿Te acuerdas que pateaba a todos los pendejos?
Sí, cabrón. Todavía me duele el maldito coxis.
Y el mamón se ríe. Para acabarla se le ocurre preguntarme en qué trabajo.
Maestro de prepa, le digo.
Yo pongo tuberías de drenaje.
Habrase visto un Luis Valdez tan bruto, que apenas escucha el oficio del Poison y le dice con una amplia sonrisa:
Ah, o sea que en eso quedaron tus patadas de mamón.
Al tipo se le deforma el rostro en mil muecas. Veo mil diablos coléricos en sus gestos de borracho. Y todavía se me ocurre decirle: Bueno, pero no te apures... es que yo sí estudié.
Merecía que me pescaran a golpes. Lo sé.
Un hombre aparece a un lado mío y pregunta si estoy buscando pleito. No contesto. Sale otro y me grita qué le estoy diciendo a su compadre.
Algo me jala del brazo derecho y entre la multitud sólo alcanzo a notar brazos y piernas. Una mujer grita: Pinches borrachos. Medio abrí los ojos y Edgar me jalaba al primer nivel. Salimos corriendo por toda la avenida Pino Suárez hasta llegar a la Alameda.
No he regresado al Versalles. Escribí un relato sobre Estíbaliz, que nunca pude entregarle. Si Thelma se anima después de esta historia, me la llevo a conocer ese antro de mala muerte. Sólo espero no encontrarme a algún excompañero de escuela. No pienso saludar.
Oh, sí.
Como una manera de atentar a su sofisticado estilo de vida Healthy, el cual le conduce a un camino empedrado donde la mayoría de los productos a consumir deben ser light -ojalá y ello también implicara andar ligero de ropas por la vida-, ligado a Coca Cola Light, café descafeinado, crema light, etc; le insisto en llevarla al Versalles un día de estos. Es una discoteca muy divertida. Y muy de violencia, también.
Yo era maestro de preparatoria para adultos. Una alumna de Chiapas me invitó a bailar a la mentada discoteca. La cerveza estaba barata. Tres pistas distribuidas en varios pisos. Primer nivel: disco, segundo: cumbia, tercero: romántica -entiéndase por Temerarios, Yonics, el Buki, etc-. Cada rincón oliendo a cerveza y vómitos.
La última vez iba con Edgar. Busqué en el segundo nivel a una mujer que trabajaba en la paquetería. Se llamaba Estíbaliz. Entré hasta el rincón para comprar una cerveza y al regresar
me topo con un excompañero mamón de Secundaria. El Poison era de esos güeyes que apenas veían un balón rodar y comenzaban a patear a todo el que vieran. Yo no juego futbol, pero el maestro de Taller de Ductos y Controles daba dos puntos a quien metiera gol, y un punto a cada integrante del equipo.
¿Te acuerdas que pateaba a todos los pendejos?
Sí, cabrón. Todavía me duele el maldito coxis.
Y el mamón se ríe. Para acabarla se le ocurre preguntarme en qué trabajo.
Maestro de prepa, le digo.
Yo pongo tuberías de drenaje.
Habrase visto un Luis Valdez tan bruto, que apenas escucha el oficio del Poison y le dice con una amplia sonrisa:
Ah, o sea que en eso quedaron tus patadas de mamón.
Al tipo se le deforma el rostro en mil muecas. Veo mil diablos coléricos en sus gestos de borracho. Y todavía se me ocurre decirle: Bueno, pero no te apures... es que yo sí estudié.
Merecía que me pescaran a golpes. Lo sé.
Un hombre aparece a un lado mío y pregunta si estoy buscando pleito. No contesto. Sale otro y me grita qué le estoy diciendo a su compadre.
Algo me jala del brazo derecho y entre la multitud sólo alcanzo a notar brazos y piernas. Una mujer grita: Pinches borrachos. Medio abrí los ojos y Edgar me jalaba al primer nivel. Salimos corriendo por toda la avenida Pino Suárez hasta llegar a la Alameda.
No he regresado al Versalles. Escribí un relato sobre Estíbaliz, que nunca pude entregarle. Si Thelma se anima después de esta historia, me la llevo a conocer ese antro de mala muerte. Sólo espero no encontrarme a algún excompañero de escuela. No pienso saludar.
3 palabra de urbanodonte:
Yo si me animo, total en las luchas hasta hubo sillas voladoras, además me gustan las películas de indiana jones.
Licenciado, ya empecé a leer Ciudad Mascota, estamos pendientes con uno a cuatro manos como lo hablamos. Está chido este, un abrazo. Gerardo Ortega
Eh, Luis, estoy confudida. ¿Eran o no eran tuyos los poemas que me mandaste hace como medio año (los de JV)?¿ O son un heter?
Saludos, Anakeish
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