Noches de Café Palax
Una vez quise justificarme con una amiga de Tampico, diciéndole que tenemos derecho a involucrarnos en las leyendas. La calzada Madero tiene varias leyendas. Entre ellas está que las primeras cantinas de Ciudad Mascota son El Indio Azteca y El Zacatecas. También que los restaurantes más viejos son El Restaurante AL y El Café Palax.
Anoche fuimos al Café Palax ese. Sólo había ido cuando Norma Alicia se reunía allí con unos seudoescritores de la escuela Normal Superior. La idea de ellos era darle continuidad a un taller literario, pero terminó siendo una clásica tertulia donde hablaban de cine y Julio Cortázar. Bueno, bueno, el caso no es hablar de ellos, sino que la última vez había ido allí con una exnovia a desayunar hot cakes, y ella se la pasó refunfuñando de un amante que tuvo, con el que iba a cenar y siempre terminaban gritando por estar hasta el tope de cocaína.
Ayer fue otra historia. Thelma pidió uno de esos panes rojos con coco rayado y merengue blanco encima: Tomates. Yo pedí un strudel de manzana. No recuerdo si así se escribe. De hecho no me importa cómo rayos se escriba.
Horas antes me había empachado unas palomitas tamaño mediano. Sólo pude con la mitad del maldito pay de manzana. ¿Qué carajos tiene de leyenda la cuestión de poder comerse o no un postre?
Por un segundo tomé aliento y apenas levanté la mirada para ver las otras mesas: Un soldado por allá, un streapper en otra mesa, una pareja vestida con la moda de los grupos de danza folclórica. Sí, la leyenda sólo sobrevive porque uno anda terco en meterse en ella. Es recordar el cálido regazo de nuestra madre, y el temor permanente de olvidarlo. Ya madura, no busques esa excusa para beber café de refill.
Anoche fuimos al Café Palax ese. Sólo había ido cuando Norma Alicia se reunía allí con unos seudoescritores de la escuela Normal Superior. La idea de ellos era darle continuidad a un taller literario, pero terminó siendo una clásica tertulia donde hablaban de cine y Julio Cortázar. Bueno, bueno, el caso no es hablar de ellos, sino que la última vez había ido allí con una exnovia a desayunar hot cakes, y ella se la pasó refunfuñando de un amante que tuvo, con el que iba a cenar y siempre terminaban gritando por estar hasta el tope de cocaína.
Ayer fue otra historia. Thelma pidió uno de esos panes rojos con coco rayado y merengue blanco encima: Tomates. Yo pedí un strudel de manzana. No recuerdo si así se escribe. De hecho no me importa cómo rayos se escriba.
Horas antes me había empachado unas palomitas tamaño mediano. Sólo pude con la mitad del maldito pay de manzana. ¿Qué carajos tiene de leyenda la cuestión de poder comerse o no un postre?
Por un segundo tomé aliento y apenas levanté la mirada para ver las otras mesas: Un soldado por allá, un streapper en otra mesa, una pareja vestida con la moda de los grupos de danza folclórica. Sí, la leyenda sólo sobrevive porque uno anda terco en meterse en ella. Es recordar el cálido regazo de nuestra madre, y el temor permanente de olvidarlo. Ya madura, no busques esa excusa para beber café de refill.
1 palabra de urbanodonte:
Mensaje de Zapatos: Vine a saludar. punto. Quierote. punto.Enviar.
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