Nuevo año, misma ciudad

Mi madre se fue a recibir el año 2006 en Acapulco. Sé que suena muy rimbombante. Ella estaba segura de que yo no me quedaría solo. Así iba a ser. Los planes eran irme a cenar a un restaurante también rimbombante: El Regio.
¿Qué tiene que ofrecernos un restaurante como este para un fin de año?
Para empezar, un guacamole muy bueno, acompañado de –muy pocas- tortillas. Casi de inmediato un queso fundido. Ese sí muy muy bueno. Pero ya saben que hay que comerlo rápido porque se enfría y entonces queda adherido al plato o sartén en que lo han servido.
En la mesa ya nos esperaban cuatro gorros metalizados que tenían dentro un silbato, un espantasuegras, dos serpentinas y un número para rifa. El grupo que tocaba se tomó un descanso y entonces tocó el turno de la comediante.
Sin palabras.
Tampoco risas.
Regresó el grupo cuando ya nos estaban sirviendo en un platón central de cada mesa, la dotación de arrachera y cebolla asada. La salsa estaba muy buena. La carne, termino medio, o medio cruda, como usted le quiera llamar.
Carne cruda en el centro del filete, para despedir el año. Buena despedida.
De postre, pay de crema de limón. No estuvo mal, aunque la mamá de Thelma se esmeró en quitarle la crema a la corteza de harina. Ya adivinarán que yo fui el aprovechado que se comió la crema.
Platos con 12 uvas pa cada uno. Azucaradas, sostenidas con betún para hacer la forma de un racimo en el plato.
Eso es el inicio de año. Mi madre en otra ciudad, y yo con una nueva familia. No sé si debería darme un tanto de miedo, o de plano emocionarme.
Al menos es la misma ciudad.