Museo del Obispado, pinche Bernardo
Sólo una vez había entrado, y fue porque un amigo pintor me dijo: Acompáñame, a ir por mi novia. Rocío Ríos tomaba un curso de cuento infantil. Muy interesante el curso. Recuerdo que yo acababa de ir a las oficinas de Conarte y me regalaron una revista donde estaba Albert Camus en la portada. Rocío la vió y le dije: este es mi padre.
Yo era un pelao bien mamón.
Como ya era tarde, el área del museo estaba cerrada. Tiempo después sólo pasaba por allí cuando iba rumbo al asta bandera. Y por sin este sábado pude entrar.
Llevamos a Zapatos de tour por la ciudad. Era una buena oportunidad para que ella viera el traje militar de Bernardo Reyes. Ese fulano no era de mucha altura. Cada vez hablo peor del señor Reyes, luego de saber que era el oído de Porfirio Díaz en el norte del país, y que de tanto en tanto le mandaba un reporte de lo que los espías averiguaban de un empresario que se iba haciendo popular -y peligroso pa los políticos-. Este empresario, al verse atacado, optó por combatirlos en su mismo terreno: Era Francisco I. Madero.
Mucho peor: el señor Reyes fue compañero, hombro con hombro, de Victoriano Huerta -uno de los presidentes más macabros que ha tenido México-. Se apoyaron mutuamente, los muy cabrones.
Cuando Bernardo Reyes vio que su familia corría peligro, mandó al hijo a la capital. Luego, becado como los hijos de los grandes poíticos, el jovencito Alfonso Reyes fue mandaado a Europa a estudiar. Regresó al país siempre todo un intelectual. De allí, el poder político le concedió trabajo de cónsul, a lo que se dedicó toda su vida.
Ah, también fue escritor y traductor.
Falta hablar de personajes gloriosos, como el Dr. Gonzalitos, cuyos instrumentos también se encuentran en exhibición en este museo. Pero ya habrá tiempo para recordarlo.
Por hoy ya me he gastado la pólvora en el pinche Bernardo.
Yo era un pelao bien mamón.
Como ya era tarde, el área del museo estaba cerrada. Tiempo después sólo pasaba por allí cuando iba rumbo al asta bandera. Y por sin este sábado pude entrar.
Llevamos a Zapatos de tour por la ciudad. Era una buena oportunidad para que ella viera el traje militar de Bernardo Reyes. Ese fulano no era de mucha altura. Cada vez hablo peor del señor Reyes, luego de saber que era el oído de Porfirio Díaz en el norte del país, y que de tanto en tanto le mandaba un reporte de lo que los espías averiguaban de un empresario que se iba haciendo popular -y peligroso pa los políticos-. Este empresario, al verse atacado, optó por combatirlos en su mismo terreno: Era Francisco I. Madero.
Mucho peor: el señor Reyes fue compañero, hombro con hombro, de Victoriano Huerta -uno de los presidentes más macabros que ha tenido México-. Se apoyaron mutuamente, los muy cabrones.
Cuando Bernardo Reyes vio que su familia corría peligro, mandó al hijo a la capital. Luego, becado como los hijos de los grandes poíticos, el jovencito Alfonso Reyes fue mandaado a Europa a estudiar. Regresó al país siempre todo un intelectual. De allí, el poder político le concedió trabajo de cónsul, a lo que se dedicó toda su vida.
Ah, también fue escritor y traductor.
Falta hablar de personajes gloriosos, como el Dr. Gonzalitos, cuyos instrumentos también se encuentran en exhibición en este museo. Pero ya habrá tiempo para recordarlo.
Por hoy ya me he gastado la pólvora en el pinche Bernardo.
1 palabra de urbanodonte:
Así es, no era muy alto ese Sr Reyes...
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