Monjas y soldados del Colegio Civil

Estudié la Preparatoria en la 1, de la UANL. Allí en Colegio Civil entre Washington y 5 de mayo. Los primeros dos semestres me tocaron en el primer piso y los últimos en los llamados palomares. Estaban en la azotea, repleta de heces de palomas. Era el primero en llegar y siempre despertaba al velador para que abriera el portón. Llegar temprano tenía como ventaja que podìa escoger un mesabanco menos sucio.
Eran buenos tiempos. Amanecía justo cuando comenzaba a leer un cuento de Poe en el libro de Taller de Lecturas Literarias. Y una de las ciosas que me reconfortaban era que al menos no me había tocado estar en una de esas aulas llamadas calabozos, que en los años de colegio militar utilizaban en esta escuela para encerrar a los rebeldes.
Eran salones donde no entraba luz ni aire. Además las puertas se atoraban y podías quedar alli encerrados. Era común escuchar patadas de encerrados en las puertas de los calabozos, para que alguien fuera a abrirles.
La maestra de literatura nos pidió un relato y escribí algo sobre unas monjas y unos soldados muertos en el Colegio Civil... una historia no muy buena.
Ahora esa Preparatoria se ha convertido dizque en un centro cultural, pero sabemos que no tardarán en hacerlo oficinas. La cultura no deja. Las malas historias, y sobre todo las malas memorias, tampoco.