Galeria Regia
Creo que es la calle Abasolo del barrio antiguo. La idea era caminar por las calles del centro, cuando el morbo fue lo que me venció -lo admito: el morbo es una de las pocas cosas que emocionan a la humanidad en estos tiempos de vacío- así que terminé en Galería Regia un jueves, justo cuando leía Sergio Cordero.
No podemos negar que tiene buena poesía, aunque la mayor parte de ello se le atribuye a la disciplina. No me gusta jugar al criticón literario así que sólo diré que en este mundo los hay que escriben como escupiendo, y quienes prefieren no dormir hasta darle consistencia a la masa antes de arrojarla al mundo. Este segundo caso es el de Cordero, que tiene en su mirada un resentimiento hacia todo el que prefiere rascarse el ombligo en lugar de corregir lo que escribe.
El patio de galería Regia -este lugar que además tiene espacio para exhibir cuadros- es muy pequeño, así que nos tocó estar en el interior. Lo malo fue que una mujer senatada detrás mío comenzó a toser como si tuviera las uñas de un gato montés atoradas en el gaznate. Además el equipo de sonido de lo que el poeta leía estaba en el exterior y no dentro.
Si van a una lectura literaria determinados a escuchar cada palabra que lean, mejor sentarse adelante, aunque luego no sea muy cómodo andarse levantando pa ir al baño. Porque si quiere entender una palabra de lo que el autor lee, y se sienta mero atrás, por más ganas que le eche nomás no.
No podemos negar que tiene buena poesía, aunque la mayor parte de ello se le atribuye a la disciplina. No me gusta jugar al criticón literario así que sólo diré que en este mundo los hay que escriben como escupiendo, y quienes prefieren no dormir hasta darle consistencia a la masa antes de arrojarla al mundo. Este segundo caso es el de Cordero, que tiene en su mirada un resentimiento hacia todo el que prefiere rascarse el ombligo en lugar de corregir lo que escribe.
El patio de galería Regia -este lugar que además tiene espacio para exhibir cuadros- es muy pequeño, así que nos tocó estar en el interior. Lo malo fue que una mujer senatada detrás mío comenzó a toser como si tuviera las uñas de un gato montés atoradas en el gaznate. Además el equipo de sonido de lo que el poeta leía estaba en el exterior y no dentro.
Si van a una lectura literaria determinados a escuchar cada palabra que lean, mejor sentarse adelante, aunque luego no sea muy cómodo andarse levantando pa ir al baño. Porque si quiere entender una palabra de lo que el autor lee, y se sienta mero atrás, por más ganas que le eche nomás no.
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