La Alameda

En el Museo de Culturas populares, también llamado Casa del Campesino -está en el Barrio Antiguo- hay una exposición fotográfica llamada "Un domingo en la Alameda". Allí están una silla de colero con todo y audífonos pa que escuchen lo que dice un boleador, claro. También un caballito de plástico frente a una foto gigante de la fuente central. Te tomas una foto allí y has de cuenta que están en los años ochenta.
He visto fotos de Thelma cuando era niña, en la Alameda. De esas fotos familiares que se van acumulando en un trastero y algún día se las muestran a uno. Yo en cambio he perdido montones de esas de mi infancia.
Ayer martes 14 de junio fuimos a un restaurante llamado Las Diligencias. Ella fue ahí muchos domingos a cenar con su familia. Cuando salimos le pregunté si quería dar una vuelta por la Alameda aprovechando que era entre semana. Ella no dijo nada. De hecho casi no dijo nada en el resto del paseo que dimos. Un par de horas más tarde, cuando ella hacía lo posible por etsar de buen ánimo, era yo quien estaba totalmente apagado.
Hay que sobrevivir a cosas como esta, pensé, a callarse sin saber por qué carajos. Hay que sobrevivir a la incomodidad de estar en el momento en que se deben decir muchas cosas y no saber por qué no se te ocurre ni qué decir ni cómo.
La Alameda estaba sucia, estaba triste. Tuve el suficiente descaro para decirle a Thelma que la Alameda ya no era tanto mi lugar como lo era de quienes iban allí los domingos a ver a sus paisanos de los Estados del sur del país. Que mis lugares ya eran otros.
Ella no tuvo descaros para negar o preferir otros lugares. No cuando un lugar lo pone triste a uno.