Vips Hidalgo

Está en Morelos. Justo en medio de la zona de hoteles. Allí nos veíamos cada jueves el Edgar y yo en nuestros tiempos de desempleo, cuando sobrevivíamos con poco más de 50 semanale4s y aún nos sobraba para un café de refill cada jueves.
¿Por qué los jueves? Sólo así teníamos las anécdotas suficientes de las oficinas recorridas por la semana, dejando currícula y contestando exámenes psicométricos. Lo único incómodo era que los jueves las mesas del Vips se llenaban con grupos de gays que gritaban con sus expresiones afeminadas. Se sentían en su territorio. Más de una vez el gerente fue a aplacarlas.
También estaba siempre una muchacha delgada y morena que tomaba asiento en una mesa y en otra. Parecía conocer a todos los clientes. Llegamos a creer que era una especie de prostituta o le gustaba engatuzar turistas que le pagaran la cena o simplemente tenía muchos amigos.
Días antes de conseguir trabajo la vi en el Vips de Padre Mier a unas calles de allí. Luego ya no regresé en unos meses, y sólo una noche caminando por un lado de Plaza México -Morelos y Emilio Carranza-, la reconocí con un vientre hinchado de embarazada.
Pasaron cuatro años de eso. Cuatro años con la maldita sensación de que podría regresar a esos jueves, a tolerar los gritos afeminados en el Vips Hidalgo mientras en la mesa de a lado un niño brinca de una mesa a otra siguiendo a su madre.
Prefiero el Vips Padre Mier, me digo. Y prefiero no regresar, carajo.