Cruz Verde de San Nicolás

Comí un plato de mole que en lugar de carne de pollo sólo tenía pellejos. Mi madre lo había tenido por varios días en el refrigerador de su casa, antes de traerlo. Para ese entonces ya había estado por casi una semana en el refri de una de sus amigas, antes de llevarlo a una reunión de personas de la tercera edad.
Es decir que lo que acababa de comer, eran las sobras de las sobras. Por eso es que sólo pellejos.
Sentía que gorgojeaban en mi estómago, librándose de la digestión.
Esperé a Thelma en la librería Gandhi. De allí nos fuimos a la bandera del Obispado, y luego rumbo a su casa en San Nicolás.
A mitad del camino, con el carro conduciendo en pleno Gonzalitos y bajo la lluvia, tomé una bolsa de plástico y vomité. Nos detuvimos en un Oxxo para tirar la bolsa. Apenas llegamos a su casa y en la cochera de nuevo volví el estómago.
No pude cenar más que un té de lima. En la televisión pasaban un programa local (Volumen 12) que al cumplir un año de transmisión, recibía la visita de artistas de la misma televisora para felicitar al conductor.
Apenas aparecieron las muñequitas y corrí al baño. A medio camino comencé a vomitar el té de lima.
Thelma me llevó a la Cruz Verde de San Nicolás. A un lado del CEDECO. Era la una de la madrugada cuando ella me esperaba en una sala, mientras yo estaba en una camilla, en observación durante media hora para ver si las inyecciones no me provocaban otros efectos.
Sólo iban a ser dos inyecciones. Una en el trasero y la otra en el brazo. Pero no pudo pasarme más que la mitad en un brazo y tuvo que picarme el otro.
Allí, recostado de medio lado, picoteado de la nalga derecha y con los dos brazos doblados, sintiéndome un tiranosaurio de brazos pequeñuelos, escuché en el celular un pitido de mensaje. Ni cómo carajos contestarlo.
Si la idea era checarme la presión, temperatura y aplicar la inyección en brazo y nalga, ya había planeado: primero presión, luego temperatura –no fuera a ser que eligieran el recto, las mendigas-, luego brazos y al final… ya al meritito final, su taco de ojo de nalguita.
Pero no. Ellas hicieron lo que quisieron de mi cuerpo. Bueno, lo estrictamente recetado. Así es el manejo de la carne cuando uno cae en urgencias a medianoche.