jueves, febrero 02, 2006

Adiós, pueblo querido

Mis padres se casaron cuando tenían 18 años. Los dos son de Linares, a dos horas de esta ciudad. Ella, de una familia de campo, que tenía muchas hectáreas repletas de naranjos, mandarinos, nogales, maíz y vacas suizas –no sé cómo carajos habrán hecho para importar las vacas desde Suiza en eso años-. La familia de él, tenía varias casas en el centro, que rentaban a manera de vecindad. Además, una tienda de abarrotes y blancos frente a la plaza.
Mi madre iba de vez en cuando a los bailes del pueblo. Allí conoció a Lilia Valdez, una niña mimada que siempre insistía en que le iba a presentar a su hermano favorito. Por más que buscaba en el salón del Club de leones, a reventar por el lleno, nunca lo encontraba ni en las mesas, ni en la pista ni en la puerta.
-Este mendigo ha de andar de vago con el Ricardo ese.

Ricardo era el mejor amigo de mi padre. Desde niños andaban en la plaza boleando zapatos. Cuando crecieron, Ricardo se fue a trabajar a los Estados Unidos. Regresó casi un año después y se compró una moto. Al único al que se la prestaba era a mi padre.
-Ándale, Javier, no seas miedoso. Sólo aceleras y mantienes el equilibrio, como una bicicleta sin tener que pedalear.

Una noche, Lilia encontró a su hermano y lo llevó a jalones frente a la muchacha que vivía en las afueras del pueblo. José Javier, así se llamaba, todavía estaba asustado por una novia con la que había terminado porque tenía liendres, a pesar de su peinado tan elaborado.
-Cuándo vas a pensar que una muchacha tan linda y peinadita iba a tener tamañas liendrezotas.

Mis padres anduvieron un tiempo de novios. Se casaron cuando tenían 18 años de edad. Ricardo estuvo en la boda, y a la semana siguiente se regresó a los Estados Unidos. Años después regresó casado con una gringa. Sólo de vacaciones. Venían en una camioneta grandísima, de esas que tienen dormitorio, cocina y hasta baño en la parte trasera. Tuvieron hijos y luego se divorciaron. Cada vez se tardaba más en venir a visitar a sus parientes. Luego, dejó de venir durante más de 15 años. Supimos que se volvió a casar, y finalmente regresó habiendo vendido todo, dispuesto a comprar un rancho y construir una casa cómoda para descansar. Fue muy amigo de la familia, hasta que mi padre murió.
Cuando Ricardo ya llevaba varios años en Estados Unidos, aún insistía a mi padre para que se fuera a trabajar con él. Mi madre le dijo que ella se quedaba en Linares. Ya con dos hijos, no los iba a andar arriesgando. Por mutuo acuerdo -y por mutuo desempleo, además- acordaron irse a vivir a Monterrey. Todavía no era el amanecer cuando ya había dejado atrás Hualahuises, Montemorelos, Allende; y apenas la carretera nacional iba a convertirse en la avenida Garza Sada, en la entrada de Monterrey, cuando mi padre
detuvo el carro. Salió y mirando hacia atrás declamó:

"Adiós, pueblo querido.
De tus calles me alejo.
Si me voy fue por jodido
y si regreso es por pendejo".

1 palabra de urbanodonte:

Anonymous Anónimo dijo...

Ajua! esas si son declamaciones, no fregaderas.

Saludos!

2:45 p.m.  

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